Nibiru

El posible origen del Cinturón de Asteroides

Giran alrededor del Sol, entre las orbitas de los planetas Marte y Júpiter. Son miles y miles de fragmentos de piedra y metal, los hay de todos los tamaños imaginables. El más grande de ellos, es Ceres, con 1000 kilómetros de diámetro, el más pequeño puede llegar al tamaño diminuto de un grano de arena. Todos ellos forman parte de lo que llamamos el cinturón de asteroides.

Desde que los científicos descubrieron el cinturón de asteroides, muchos de ellos han tratado de dilucidar su origen, y otros se preguntan, si esa enorme cantidad de fragmentos podrían ser los restos de un mundo perdido, un planeta que según relatan muchas culturas antiguas estallo en el pasado remoto originando millones de fragmentos.

La ley de Kepler y la distancia entre los planetas

Johannes Kepler (1571 – 1630) fue un astrónomo y matemático alemán, conocido por sus leyes sobre el movimiento de los planetas en sus orbitas alrededor del Sol. Tambien fue uno de los primeros científicos que intento explicar los fenómenos de la naturaleza en base a la observación. Es asi que consiguió de manera brillante describir los movimientos de los planetas, elaborando sus tres famosas leyes de movimiento planetario.

Primera ley de Kepler: Los planetas tienen movimientos elípticos alrededor del Sol, estando éste situado en uno de los 2 focos que contiene la elipse.

Segunda ley de Kepler: Las áreas barridas por los radios de los planetas son proporcionales al tiempo empleado por estos en recorrer el perímetro de dichas áreas. En otras palabras más mundanas, la velocidad de los planetas alrededor del Sol no es constante, es mayor cuando los planetas más se acercan al Sol y disminuye cuanto más lejos están.

Y por último la tercera ley de Kepler: El cuadrado de los períodos de la órbita de los planetas es proporcional al cubo de la distancia promedio al Sol. En palabras más sencillas Kepler nos dice que hay una proporción entre las distancias de los planetas y su periodo de translación.

Si tomamos el cuadrado del tiempo que tarda un planeta en dar una vuelta completa alrededor del Sol (T2) y lo divides entre el cubo de la mitad de la distancia más larga entre ese planeta y el Sol (r3), el resultado una constante, será el mismo para todos los planetas.

T²/r³ = k = constante

Si a su vez consideramos la unidad de distancia del planeta Tierra al Sol como 1 UA (Unidad Astronómica), la ecuación toma una forma más simple:

Tal es así que por ejemplo para Saturno, que tiene un Periodo de 29.5 años en su órbita alrededor del Sol, aplicando la tercera ley de Kepler se obtiene una distancia de 9.5 UA.

Por lo tanto, esta ley permitió calcular la distancia de los planetas hasta Saturno, debido a que Urano se descubrió después de 1781, y ni que mencionar Plutón que se descubrió aproximadamente 90 años atrás.

La enigmática sucesión de Titius

Con la información arrojada por la fórmula de la tercera ley de Kepler, muchos estudiosos de la época trataron de encontrar una relación numérica entre los planetas. La mayoría fracaso, pero Johann Titius, tuvo éxito.

Johann Titius, matemático destacado de la época encontró una “supuesta” relación numérica entre la distancia de los planetas en el año 1766, la llamo La sucesión de Titius.

Para muchos la sucesión de Titius, no responde a una ley sino a una casualidad, y para otros una grata curiosidad que nos ofrece la naturaleza.

Pero gracias a Kepler, Titius conocía donde se ubicaban los planetas. Convirtió la distancia del Sol a la Tierra (unos aproximadamente 150 millones de Kilómetros en 1 Unidad Astronómica (1UA). Colocó todos estos datos en una tabla.

Seguidamente, realizo un gráfico con todos los datos y observo una rara progresión.

Titius estaba convencido que las distancia de los planetas, no estaba librada al azar,  tenían algo en común. Paradójicamente los datos le daban la razón, solo le faltaba la forma de establecer una relación matemática a su enigmática sucesión.

Después de varios intentos fallido, Titius pudo formular su ley.

Ley de Bode-Titius

La ley de Titius plantea lo siguiente:

» Si comenzamos una serie de números por el 0, seguimos por el 3 y, a partir de aquí vamos duplicando cada valor, es decir, 0, 3, 6, 12, 24, 48, 96 etc., posteriormente sumamos a cada número 4 unidades, de tal manera que resulte 4, 7, 10, 16, 28, 52, 100, etc. y, finalmente, dividimos toda la secuencia por 10, dando 0.4, 0.7, 1, 1.6, 2.8, 5.2, 10, etc., estos valores corresponderán a la distancia respecto al Sol de cada uno de los planetas del Sistema Solar empleando Unidades Astronómicas (U.A) «.

Distancia del planeta al Sol (UA) = (4+n)/10

Pero, Titius, no era un científico socialmente “bien aceptado” y su ley fue ignorada durante un tiempo hasta que el astrónomo también alemán Johann Elert Bode (1747-1826), la dio a conocer nuevamente en 1778.

De manera maliciosa, Bode, que gozaba socialmente de buena reputación se “olvido” de mencionar el origen o creador de la ley, y todo el mundo creyó que la ley le pertenecía. Pero luego en años posteriores, muy a su pesar no le quedó más remedio que aceptar la procedencia de la ley. De hecho, Bode continuó citándola en sus escritos simplemente como «ley de Bode», por lo que los eruditos de la época (e incluso hasta en la actualidad puede encontrarse en muchas publicaciones prestigiosas) la llamaban así, olvidándose por completo del auténtico creador.

No cabe duda y los datos lo demuestran, la ley de Titius mostraba una gran precisión en predecir la distancia de los planetas conocidos hasta la época.

Pero según la ley de Titius, algo estaba faltando allá afuera, un planeta entre Marte y Júpiter, que debería estar en el valor de 28UA, casi a la mitad de distancia entre los dos planetas, justo donde se encuentra el cinturón de asteroides. Además señala la presencia de dos cuerpos celestes a una distancia de 20 y 40 UA, hasta el momento no descubiertos.

Obviamente, la ley de Titius, fue ampliamente criticada y puesta en ridículo por muchos astrónomos de la época, aduciendo que carecía de carácter científico. Pero muchos otros, ansiosos por ser partícipes del descubrimiento de un nuevo cuerpo celeste se lanzaron a la búsqueda de los planetas que predecía Titius con su ley.

Los vigilantes del cielo

A finales del siglo XVIII, más concretamente en el año 1796, científicos renombrados de la época se reunieron en un Congreso Astronómico Internacional en la ciudad de Lilienthal, al norte de Alemania, proponiendo lanzarse a la búsqueda del planeta faltante. Es así que, a partir del año 1800, comenzaron un plan que dieron en llamar “los vigilantes del cielo”.

Pero a veces en la vida, el factor suerte es más preponderante que el factor empeño. Y ello fue lo que le sucedió a Giuseppe Piazzi, quien el 1 de enero de 1801, llamo Ceres al nuevo “planeta”, era mucho más pequeño que los demás, tanto que resultaba invisible a simple vista.

Ceres
Ceres, visto por la sonda Dawn en mayo de 2015. Se aprecian los cráteres brillantes Haulani (derecha) y Oxo (centro-izquierda). NASA/JPL-Caltech/UCLA/MPS/DLR/IDA

En los años sucesivos, Olbers (1802 y 1807), Harding (1804) y más tarde Hencke (1845 y 1847) e Hind (1847) descubrirían otros cuerpos en esa posición, lo que evidenció que no había un sólo objeto, sino varios, que se denominaron asteroides.

Como por casualidad del destino, o por cumplimiento de la ley de Titius, la mayoría de ellos se encontraban a una distancia media de 27,7 U.A del Sol, fabulosamente cerca de lo que pronosticaba la ley de Titius.

Heinrich Olbers, llego a la conclusión de que solo podía existir una conclusión para que el sistema solar contuviera pequeños cuerpos celestes, en el lugar donde la ley había previsto la existencia de un planeta; el planeta existió, pero, en algún momento del pasado, había estallado en millones de pedazos, formando el cinturón de asteroides.

Descubriendo nuevos Planetas

El Sistema Solar tenía reservadas unas cuantas sorpresas. Cuando los astrónomos vieron que tanto Urano como los asteroides encajaban a la perfección dentro del esquema de la ley de Titius, pensaron que el siguiente planeta del Sistema Solar se debería encontrar a la distancia de unas 38 U.A.

El 23 de septiembre de 1846, Johann Gottfried Galle (1812-1910) descubría a Neptuno y al conocer con seguridad su órbita se observó que el planeta estaba a 30,06 U.A. de media del Sol. Es decir, más de 1.300 millones de kilómetros más cercano a lo estimado en la ley de Titius.

Posteriormente, en febrero de 1930, el astrónomo Cylde Tombaugh (1906-1997) observaría un débil punto de luz en el cielo y al asegurarse de su movimiento entre las estrellas, lo que delataba que estaba más cercano que ellas, calculó su distancia.

Paradójicamente, no estaba a una distancia de 77,2 U.A como predecía la ley de Titius, sino tan sólo a 39,44 U.A. O sea, que aproximadamente, Plutón estaba en el lugar que le correspondía a Neptuno.

Figura: en el gráfico vemos la comparación entre el valor real (línea verde) de la distancia de los planetas al Sol y el valor predicho por la ley de Titius (línea gris). Para la mayoría de los casos los dos valores coinciden y sólo en Neptuno y Plutón hay una sobreestimación grande. Curiosamente, la distancia de Neptuno sería la correspondiente para Plutón.

 

Muchos científicos, optaron por la opción más fácil y rápida: la ley de Titius no aplica.

Pero otros se preguntaron porque dicha ley si aplicaba para los planetas más interno del Sistema Solar y no para aquellos de los denominados externos. Muchos años después un grupo cada vez más crecientes de científicos comenzaron a preguntarse sobre la presencia de un objeto extraño más allá de Plutón, un objeto capaz de alterar o generar una cierta anomalía en la órbita de los planetas exteriores de nuestro sistema solar.

Nuestro Sistema Solar era diferente en el pasado

Las interpretaciones de los textos sumerios por Zecharia Sitchin (1920 –2010), incluyendo el “Emuna Elish”, denominado en español “La Epopeya de la Creación”, narra precisamente, según la interpretación de Sitchin, la historia de los cambios producidos en nuestros Sistema Solar.

Según lo Sumerios, Tiamat era el quinto planeta del sistema Solar, y se encontraba ubicado entre Marte y Jupiter. Tiamat sufrió una desbastadora colisión con el Planeta Nibiru, un planeta errante, atraído por la fuerza de gravedad de nuestro Sol. El resultado de dicha colisión, produjo la ruptura de Tiamat, fragmentándolo de manera que la mitad superior salió lanzada en dirección al Sol, cambiando su posición al tercer lugar desde el Sol y dando origen a lo que llamamos Planeta Tierra.

El resto de Tiamat formo lo que denominamos el cinturón de asteroides.

Asimismo, observaciones y teorías científicas actuales parecen ratificar lo manifestado en estos códices antiguos. Tom Van Flandern, (1940 –2009) un especialista en mecánica celeste en el Observatorio Naval de EE. UU, sugiere que la gran grieta de Marte podría ser el lugar de impacto de una antigua luna del planeta y que las lunas de Neptuno muestran evidencias de alteraciones violentas.

Flandern se pregunta si: ¿Mercurio era originalmente una luna de Venus?, ¿Marte tuvo alguna vez muchas más lunas?, ¿Plutón y Caronte son lunas escapadas de Neptuno?.

Basados en simulaciones del espacio realizadas por la NASA, los científicos John Chambers y Lissauer Jack han propuesto la existencia de un planeta entre Marte y el cinturón de asteroides, que poseía una órbita excéntrica e inestable, hace 4000 millones de años. La desaparición de este planeta en el Sistema Solar se asocia al Bombardeo intenso tardío, conocido también como cataclismo lunar. Un período hace entre 3800 y 4100 millones de años,​ en el que la Luna y otros cuerpos del sistema solar interior sufrieron frecuentes impactos muy violentos de grandes asteroides.

Reflexión Final

Sin lugar a dudas más avanzan los astrónomos en el estudio del espacio cercano la pregunta de si conocemos realmente nuestro sistema solar toma más protagonismo.

La formación del cinturón de asteroides es un tema controvertido para los estudiosos, y en la actualidad los científicos están lejos de lograr un acuerdo.

Es evidente que nuestro sistema solar no siempre fue como lo conocemos en la actualidad. ¿De hecho, porque debería ser así? ¿Acaso los sistemas no cambian y evolucionan con en el tiempo?

Nuestro Sol se formo, creció y evoluciona hacia su madurez, proceso que conlleva millones de años. Seguramente en el comienzo del sistema solar, las orbitas planetarias no se encontraban “ordenadas” como ahora y al sistema le llevo varios millones de años encontrar su punto de equilibrio (si es que lo encontró).

¿Pero este es un punto de equilibrio? ¿o solamente es un momento de existencia? Con la percepción de tiempo que manejamos los humanos, lo que para nuestras mentes es un lapso de tiempo muy amplio para nuestro sistema solar solamente es un instante.

Por ejemplo, uno de los insectos más molestos a mi criterio, es la famosa mosca. ¿Sabias que solamente viven unos 30 días? Su vida transcurre efímeramente para nuestra noción de tiempo.

Para lo que nosotros es una fracción de segundo, para la mosca es un movimiento en cámara lenta de nuestra mano, es por ello que es prácticamente imposible poder tomarla con la mano.

Quizás lo mismo ocurra con nuestro sistema solar, y en estos millones de años solamente realizo un movimiento de manos.

Cesar Bugari

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