Faetón, cuyo nombre significa brillante o radiante era el hijo de Helios, el dios del Sol y una ninfa marina identificada como Clymene (hija de Océano y Tetis).
Faetón creció en Egipto en ausencia de su padre y bajo los cuidados de su madre. En su juventud, su amigo Epafo le dijo que no era hijo del Dios Sol y que había vivido engañado toda su vida.
Su madre, Clymene le juro a su hijo que no tenía duda de quién era su padre y le indico en donde podría encontrarlo.
Es así, que el joven Faetón salió a buscar a su padre. Lo visito en su lujoso palacio ubicado en la parte oriental del mundo. Sus ojos estaban casi cegados por la deslumbrante luz que desprendía el recinto.
El palacio del Dios Sol, estaba sostenido por unas enormes columnas de oro brillante y piedras preciosas, mientras que los techos y las puertas estaban hechos de marfil pulido y plata. Faetón quedo obnubilado ante la representación de la tierra, el mar y el cielo en las paredes del palacio.
Allí estaba su supuesto padre, sentado en su resplandeciente trono dorado.
El dios del sol le dio una cálida bienvenida e inmediatamente casi sin pausa Faetón le pidió una prueba irrefutable de paternidad.
Helios juró por la laguna Estigia que llevaba al mundo de los muertos que estaba preparado para darle a su hijo lo que quisiese como prueba de paternidad.
Entonces el joven, casi de manera imprudente, interrumpió a su padre y le pidió conducir su asombroso Carro del Sol y recorrer los cielos durante todo un día.
Helios intento disuadir a su hijo, afirmando que ni el todo poderoso Zeus era capaz de conducirlo. Dicha tarea solo podía ser llevada a cabo por él, Helios, el Dios Sol.
Pero Faetón, entusiasmado, no quiso oír a su padre e insistió en que cumpla su promesa. Y así fue, que el dios Helios no tuvo más remedio que conceder el deseo de su hijo.
El Viaje de Faetón
El carro del Sol era extremadamente difícil de conducir. Helios le pidió a su hijo que no les dejase correr en exceso, ni volar demasiado bajo o demasiado alto.
Inmediatamente después de partir perdió el control de las riendas. Se encontró incompetente para controlar los cuatro caballos de fuego y la cuadriga se desvió, causando el pánico entre las constelaciones del firmamento.
Luego, bajaron a la tierra y desataron una destrucción inmensa en diferentes países y montañas. Provoco la quema del continente africano convirtiéndolo en un desierto, quemo al pueblo etíope, haciendo que su gente se vuelva negra e incluso ocasiono daños considerables al río Nilo.
Todos los seres vivos sintieron la amenaza de destrucción inminente.
Y entonces la Diosa de la Tierra, Gea gritó en voz alta pidiendo ayuda a Zeus, el gran rey de los dioses.
Zeus arrojó un rayo al carro haciéndolo pedazos. Los caballos se dispersaron y el cuerpo de Faetón muerto cayó al río Erídano.
Las ninfas lo enterraron con una inscripción en su lápida que rezaba:
«Aquí yace Faetón, que hizo el viaje por el sol, retó a todos, aunque la debilidad le traicionó».
Helios se entristeció mucho al oír que su hijo había muerto y, como consecuencia, la tierra pasó un día en penumbra. Clymene vagó por el mundo desconsolada y las hermanas del difunto se convirtieron en árboles que producían ámbar.
El amigo de Faetón, se convirtió en cisne por la pena y empezó a lamentarse en lo que hoy se conoce como el «canto del cisne».