Durante las cruzadas, los monjes mendicantes recorrían Europa vendiendo objetos, que según decían, provenían de Tierra Santa.
Entre las que han sido registradas por la bibliografía figuran los nudillos de San Pedro, las flechas que mataron a San Sebastián, retazos del manto de la Virgen y hasta migas resecas de la Última Cena.
Se dice que repartidas por diferentes iglesias de Italia, España y Francia aún quedan suficientes astillas de la Cruz como para formar un bosque.
Debido a esta gran cantidad de supuestas reliquias sagradas, la Iglesia Católica se pronunció para finales del siglo XIX afirmando que ninguna reliquia, así sea la más sagrada, podía ser considerada autentica.
Dicha promulgación tuvo el objetivo de contrarrestar la extraordinaria afirmación realizada por el científico y agnóstico francés Yves Delage, afirmando que un pedazo de tela conocido con el nombre de Santo Sudario de Turín era genuino.
¿Qué es el santo sudario de Turín?
El Santo Sudario de Turín es un lienzo rectangular de 4 metros de longitud por 1 metro de ancho. En su superficie puede apreciarse la impresión amarillenta parduzca de un cuerpo humano desnudo y con barba.
Unas manchas oscuras, que se consideran de sangre, se superponen a la figura, sobre todo en la cabeza, las muñecas, los pies y el costado izquierdo.
Historia del Sudario de Turín
La primera mención probable del sudario tuvo lugar por el año 1203, cuando el cronista Robert de Clari escribió, que durante el saqueo de Constantinopla por los caballeros cristianos, en la cuarta Cruzada, había visto un sydoine (sudario) que llevaba “la figura de nuestro señor”.
Unos 150 años después apareció la primera versión fidedigna del actual sudario de Turín y todo parecería indicar que es el mismo que habría visto de Clari muchos años antes.
La tela estaba en posesión de un caballero llamado Geoffrey de Charney, señor de la ciudad francesa de Lirey.
En 1389 la fama de la reliquia era tal que su propietario decidió hacer negocio con él. Lo exhibió por dinero obteniendo buen beneficio, debido a que en esos años las reliquias escaseaban y muchos pagarían por observar.
Motivado sabe “dios” porqué motivos, el obispo de Troyes se quejó al papa Clemente VII de Aviñón del negocio de Charney, y su versión constituyó el punto de partida de la acusación realizada con más frecuencia al sudario: que era falso (aunque tampoco se supo que era auténtico)
Durante más de 60 años el sudario continuó en exposición, hasta que en 1453 la nieta de Geoffrey, Marguerite de Charney, lo cedió (las malas lenguas dicen que lo vendió) a Luis I, duque de Saboya.
Este nuevo propietario, con una visión más amplia de negocio, lo enmarco en un relicario de plata y construyó un santuario especial para el sudario, la Sainte Chapelle, en Chambéry, capital del ducado.
En 1532 se produjo un importante incendio en el lugar, donde las llamas fundieron el relicario de plata y gotas del metal fundido cayeron sobre la tela produciendo importantes quemaduras.
Las quemaduras fueron hábilmente remendadas, y tanto las zonas chamuscadas como las marcas de agua serían muy importantes en la investigación realizada en 1978.
En 1578, el sudario comenzó su último viaje en dirección a Piamonte. La tela fue instalada en la catedral, cerca de los apartamentos reales y allí ha permanecido desde entonces, salvo un pequeño periodo durante la última guerra mundial, en el que fue guardado en una cámara acorazada.
Algo no encaja con el Sudario de Turín
Desde el comienzo de su historia (conocida) los observadores notaron que algo sutil, indefinido estaba mal con la imagen del sudario.
Por ejemplo, el papa Clemente VII de Aviñón, dijo que si era una falsificación estaba bastante mal hecha.
Alberto Durero, quien la examinó en Saint Chapelle a principios del siglo XVI, quedó totalmente desconcertado. Intentó dibujar varias veces, pero aunque las proporciones anatómicas eran correctas, el modelo estaba deformado de un modo indefinible.
En 1898 el sudario reveló su primer gran secreto. Ese año fue sacado del relicario de plata para ser exhibido de manera excepcional al público, y un famoso fotógrafo de Turín, Secondo Pia, era el encargado de tomarle unas fotografías.
Cuando reveló las placas, para su sorpresa, lo que apareció no fue la extraña y borrosa imagen del sudario, sino los rasgos perfectamente definidos de un hombre.
El mismo sudario actuaba como un negativo fotográfico.
Este descubrimiento no pasó inadvertido para el doctor Yves Delage, médico, zoólogo y miembro destacado de la academia de ciencia francesa, quien dedicó gran parte de su tiempo a descubrir los secretos que tenía guardado el sudario.
Durante más de tres años Delage estudió la imagen e intentó reproducirla.
Contrataron varios artistas para que copiaran la imagen usando pigmentos medievales, pero ninguno de los experimentos tuvo éxito.
Posteriormente dieron un giro a su investigación, y tomaron como cierto que la tela había sido el sudario de una persona.
El lienzo pertenece a un tipo de tejido elaborado en Palestina hasta el siglo V. Las ejecuciones por crucifixión fueron prohibidas por los romanos en el siglo IV, de modo que el hombre del sudario había sido crucificado en Palestina antes de esa fecha.
Según la tradición bíblica, Cristo había sido enterrado apresuradamente un viernes, para evitar el sábado judío. El cuerpo había sido “ungido”, pero no lavado.
Delage, sabía que el sudor de cuerpo muerto produce urea, que al descomponerse, despide vapores de amoniaco.
Así pues, trato de imitar lo sucedido, experimentando con amoniaco, mirra y aloe, logrando reproducir manchas parduzcas con gran parecido a las del sudario.
Según Delage, había encontrado la respuesta al enigma de la formación de la imagen. Inclusive fue mucho más lejos y alegó que estaba convencido que el sudario era realmente de Cristo.
Los miembros de la Academia de Francia, predominantemente católicos, no estaban tan conformes con las definiciones categóricas de Delage y rechazaron categóricamente su trabajo.
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