La Torre Wardenclyffe, pretendía ser el centro de un sistema de telecomunicaciones global futurista. Su gran idea comenzó a formarse por el año 1901, pero en menos de un año el proyecto fracasó y Tesla se arruinaría científica y económicamente. ¿Qué pasó realmente en ese año?
[the_ad id=»5010″]¿Cómo comenzó el proyecto de la torre Wardenclyffe?
Durante el año 1900 Tesla comenzó a cumplir su sueño: crear un sistema de telecomunicaciones inalámbrico con tecnología totalmente nueva.
Para ello buscó financiación externa, de esta manera sedujo al mismísimo J.P. Morgan, quien en marzo de 1901 decidió invertir 150.000 dólares (lo que equivale hoy en día a más de 4 millones de dólares) en la construcción de la Torre Wardenclyffe.
Morgan quedo impresionado con las palabras de Tesla:
“Tan pronto como se complete, será posible para un hombre de negocios en Nueva York para dictar instrucciones, y hacer que aparezcan instantáneamente en tipografía en su oficina en Londres o en otro lugar”, le dijo Tesla.
“Podrá llamar, desde su escritorio, y hablar con cualquier abonado telefónico del mundo, sin ningún cambio en el equipo existente”, agregó de manera convincente.
Los primeros pasos de la torre Wardenclyffe
Tesla, compró un lote de 80 hectáreas en un extremo de Long Island (Nueva York), encargó los majestuosos generadores y transformadores eléctricos necesarios a la Westinghouse Electric Company y contrató a un prestigioso arquitecto, Stanford White.
Muy entusiasmado con el proyecto, Tesla y White diseñaron una torre de madera de casi 60 metros de altura, con una cúpula de metal hemisférica de 20 metros de diámetro; junto a éste, un edificio principal, alojaría los laboratorios de investigación y las demás instalaciones de la estación de telecomunicaciones.
La teoría y funcionamiento de la torre Tesla
La idea de la Torre Tesla, estaba basada en que podía transmitir señales de alta frecuencia sin necesidad de cables, aprovechando la conductividad del planeta, algo que ya había probado con las bobinas que él mismo había inventado varios años antes.
El científico estaba convencido de que podría transmitir señales a través de la atmósfera de la Tierra, con lo cual no sólo crearía un sistema de comunicación, si no de distribución de energía en todos los confines del planeta.
Tesla logro poner su proyecto en funcionamiento en varias ocasiones con éxito, pero en dos oportunidades se sobrepasaron la potencia limite y las torres comenzaron a arder de manera parcial, ocasionando algunos daños materiales.
El fin del proyecto Wardenclyffe
Si bien los planes de Tesla funcionaban a la perfección, recibió un golpe fulminante cuando en diciembre del año 1901, Marconi logró enviar una señal de radiotelégrafo desde Inglaterra hasta Canadá, apoyándose en 17 patentes de Tesla.
En junio de 1901, Marconi dio algunos detalles de su sistema de radiotelegrafía en un artículo publicado en la revista Electrical Review, y en su descripción detalló el uso de “bobinas de Tesla” conectadas a tierra.
Aunque el proyecto de Tesla era más ambicioso y prometedor, los inversores centraron su atención en Marconi y J.P. Morgan se negó a seguir solventando su proyecto.
Tesla no se rindió, continuo con sus experimentos hasta el año 1905 sin llegar a poner en marcha su querida estación de telecomunicaciones, la primera de una gran red mundial.
Ese mismo año caducaron sus patentes de corriente alterna, lo que termino con su única fuente de ingreso.
Tesla, sin dinero, realizo una segunda hipoteca de Wardenclyffe. La primera había sido para cubrir sus deudas en el hotel Waldorf-Astoria, que ascendían a 20.000 dólares de la época (llevado a hoy 478.000 dólares).
Al mismo tiempo la prensa comenzaba a etiquetar como un «broma» y a difamar al cientifico.
Después de años de abandono, Tesla perdió la propiedad en 1915 porque no podía pagar las hipotecas. La Torre Wardenclyffe fue demolida en 1917 y el edificio principal terminó siendo una fábrica de material fotográfico, hasta que AGFA la cerró en 1992.
En 2013, el creador del cómic web The Oatmeal lanzó una exitosa campaña para recomprar la propiedad y construir en el sitio el Museo de Ciencias de Tesla, en honor de un gran inventor.
Reflexión final
Hoy, poco más de 100 años después, las palabras de Tesla parecen una profecía cumplida.
«Un instrumento barato, no más grande que un reloj, le permitirá a su portador escuchar en cualquier parte, en el mar o en la tierra, música y canciones, el discurso de un político, la conferencia de una eminencia científica o el sermón de un clérigo, pronunciado en cualquier lugar distante«.
«De la misma manera, cualquier foto, carácter, dibujo o impresión podrá ser transferida de un lugar a otro. Millones de estos instrumentos podrán ser operados desde una sola planta como ésta».
El proyecto fracasó y fue el inicio de la debacle de Tesla, quien murió el 7 de enero de 1943, solo, pobre y endeudado.
Sin embargo, el destino le rindió homenaje y lo elevo al lugar que se merecía.
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