La publicación de la experiencia de Willian Roe, que vio un Pie Grande en las montañas Mica, en la Columbia Británica, en octubre del año 1955, hizo que un hombre se animara a contar su historia, que según él había ocurrido unos treinta años antes.
[the_ad id=»5012″]Fui secuestrado por un monstruo
Albert Ostman, leñador jubilado de sesenta y cuatro años, declaró en 1957 para el British Columbia, que fue secuestrado por un Bigfoot que lo mantuvo cautivo varios días antes de poder escapar.
Según Otsman, mantuvo su historia en secreto, por miedo al ridículo. Su vivencia se convirtió en el informe de secuestro por un Pie Grande más dramática y la única contada en primera persona.
¿Cómo fue el secuestro?
El secuestro tuvo lugar cerca de Toba Inlet, en la Columbia Británica, en cuyas montañas acampaba en busca de minerales.
La noche anterior un viejo barquero indio le contó historias sobre enormes criaturas peludas que vivían en las montañas, cerca de una supuesta mina de carbón abandonada, pero Otsman incrédulo no dio importancia a las afirmaciones del baqueano.
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El lugar del campamento resultó perfecto salvo que, al despertarse por las mañanas, Ostman notaba que sus provisiones habían sido revueltas y faltaba comida.
Una noche, con la idea de permanecer despierto para descubrir quién era el visitante, se metió en el saco de dormir vestido con sus botas, y en compañía de su rifle.
«Me despertó la sensación de que me levantaban. Medio dormido, al principio no recordé dónde estaba. Cuando empecé a serenarme, recordé que me encontraba en mi viaje de prospección y en mi saco de dormir. Mi primera idea fue que se trataba de un alud, pero no había nieve alrededor del campamento. Después sentí como si me echaran sobre un caballo, pero pude notar que, quienquiera que fuese, estaba caminando«, escribía.
Medio asfixiado y acalambrado dentro del saco, y aún de noche, su viaje había concluido. Al amanecer Ostman pudo comprobar que había cuatro gigantes, los describió como una familia, con un padre, una madre y sus dos hijos.
Durante su cautividad, Ostman pudo estudiar la forma de vida de la familia observando que las criaturas hablaban entre ellas con un lenguaje aparentemente inteligente y aunque no recibió amenazas ni lastimaduras se encontraba privado de su libertad y solamente pensaba en escapar.
Declara Ostman
«El joven podía tener entre 11 y 18 años, medía más de 2 metros y pesaría unos 136 kilos. Su pecho tendría de 1.25 a 1.40 metros y su cintura de 90 a 95 centímetros. Tenía amplias mandíbulas y una frente angosta que retrocedía en pendiente hacia la coronilla, 10 o 12 centímetros más alta que la frente. El pelo de sus cabezas tenía unos 15 centímetros de largo, y el del resto del cuerpo era corto y en algunos lugares espeso. El de las mujeres era algo más largo en la cabeza, con rizos encima de la frente formando una especie de fleco. La mujer mayor podría tener cualquier edad entre 40 y 70 años. Medía más de 2.25 metros de estatura y pesaría de 225 a 270 kilos”.
Además continúa:
«Tenía las caderas muy estrechas y un andar como de ganso. No estaba hecha para la belleza ni para la velocidad… Los caninos del hombre eran más largos que el resto de los dientes, pero no lo suficiente para llamarlos colmillos. Debía de medir unos 2.45 metros. Con el pecho como un tonel y una gran joroba, tenía fuertes hombros y unos bíceps enormes que iban estrechándose hasta el codo. Sus antebrazos eran más largos de lo usual, pero bien proporcionados. Sus manos eran anchas, con la palma larga y acucharada. Los dedos eran cortos en proporción al resto de la mano, y las uñas como cinceles. El único sitio donde esos seres no tenían pelo era la palma de las manos, la planta de los pies y la parte superior de la nariz y los párpados. Nunca les vi orejas, cubiertas por el pelo que colgaba sobre ellas.»
Otsman estuvo prisionero durante unos seis días. Durante este tiempo, pudo crear un enlace amistoso con el varón más joven, que se había encariñado con una bonita caja de tabaco.
Ofreció su caja al varón adulto, que impulsivamente vació todo el contenido del tabaco en su boca. Los efectos del tabaco dejaron prácticamente reducido al Sasquatch grande en poco rato, haciéndole caer al suelo casi inconsciente.
Ostman salió corriendo a toda velocidad y pudo recuperar su libertad. Nunca contó lo sucedido a nadie.
Los familiares y amigos de Ostman comentaron que era un hombre serio y que lo veían asombrosamente convencido de lo sucedido.
Reflexión Final
La historia descripta por Albert Ostman está repleta de controversias y obviamente es difícil de probar.
Cuesta mucho pensar en el detalle que dio de cómo estaba formada la familia; mamá, papá y los niños.
A cada uno de los escépticos que criticaban a Ostman por su historia el respondía siempre con la misma frase:
No me importa un carajo lo que pienses.
Al día de hoy los Pies Grandes siguen siendo un misterio, y las historias de avistamiento siguen sucediendo en los diferentes bosques del mundo. Leyenda, mitos, misterios…. Vaya uno a saber…
oscararmandorisoglio@