En el vasto y misterioso mundo de la mitología egipcia, el dios creador Atum desempeña un papel crucial en la formación y el origen del universo.
La soledad de Atum, un aspecto esencial en la narrativa de la creación, es el catalizador que impulsa la creación del cosmos y el nacimiento de los primeros dioses.
Acompáñanos en este intrigante recorrido mientras exploramos la soledad de Atum-Ra, su deseo de poner fin a la inexistencia y cómo este anhelo dio lugar al inicio de la creación en la cosmogonía egipcia.
Descubriremos cómo este poderoso dios enfrentó la inmensidad del vacío primordial y cómo su experiencia de soledad cambió el curso del universo para siempre.
La soledad primordial de Atum
Antes de que comenzara el proceso de creación, Atum existía solo en las aguas primordiales del Nun. En esta fase, Atum era la única entidad consciente en el vasto océano de caos y oscuridad.
La soledad de Atum es un aspecto clave de la mitología egipcia, ya que refleja su posición única como dios creador y la fuente de todo lo que existe.
El deseo de compañía y el impulso creativo
La soledad de Atum-Ra fue lo que impulsó el proceso de creación, ya que deseaba compañía y quería llenar el vacío que lo rodeaba. Este anhelo de compañía y la necesidad de compartir su existencia con otros seres fue el impulso creativo que llevó a Atum a dar vida a los primeros dioses y a todo el universo.
La autogeneración y el nacimiento de los primeros dioses
Para crear a otros seres, Atum se autogeneró mediante un acto de mas_tur_ba_ción o expectoración, dando origen a Shu, el dios del aire, y Tefnut, la diosa de la humedad.
Shu, el dios del aire y lo masculino, y Tefnut, la diosa de la humedad y lo femenino, simbolizan la dualidad inherente en la naturaleza y la necesidad de equilibrio entre las fuerzas opuestas.
Esta dualidad también se refleja en la creencia egipcia de que cada persona posee un ka (fuerza vital) y un ba (alma), que deben unirse para alcanzar la plenitud espiritual.
La unión de Shu y Tefnut generó a Geb, el dios de la tierra, y Nut, la diosa del cielo. Estos dioses representan la interacción entre el cielo y la tierra, así como el papel del hombre y la mujer en la fertilidad y la reproducción. La interacción entre estas deidades y sus descendientes formó la base de la cosmogonía egipcia y ayudó a dar forma a su visión del mundo y su comprensión del orden cósmico.
Después de su nacimiento, Shu y Tefnut se aventuraron en el caos primordial, conocido como el Nun, y se perdieron en la oscuridad. Preocupado por sus hijos, Atum-Ra envió su ojo divino en busca de ellos.
Finalmente, Shu y Tefnut fueron encontrados y regresaron con su padre, trayendo consigo el ojo de Atum. Este acto simboliza la victoria del orden sobre el caos y establece la base para el orden cósmico en el universo egipcio.
El regreso de Shu y Tefnut también marcó el inicio de la creación del mundo tal como lo conocemos. Con su reunión, Atum derramó lágrimas de alegría, y de estas lágrimas surgieron los primeros seres humanos.
De esta manera, la mitología egipcia vincula a la humanidad directamente con el dios creador y enfatiza nuestra conexión intrínseca con el cosmos y la divinidad.
La progresión de la creación
Después de que Atum-Ra creó a Shu y Tefnut, estos dioses dieron origen a Geb, el dios de la tierra, y Nut, la diosa del cielo.
La creación de Geb y Nut estableció la estructura básica del mundo y permitió el desarrollo de la vida en la tierra.
A medida que la creación continuó, nacieron otros dioses y seres, y el orden y la estructura del universo se consolidaron.
El papel de Atum-Ra en el mantenimiento del orden
El papel de Atum en el mantenimiento del orden cósmico en la mitología egipcia es fundamental y trascendental, ya que este dios creador es responsable no solo de la creación del universo, sino también de asegurar la estabilidad y el equilibrio del cosmos.
El orden en la cosmogonía egipcia es conocido como Maat, un concepto que representa la armonía, la verdad y la justicia en el universo.
Atum, como dios creador, es el garante de Maat y se encarga de mantener el equilibrio entre las fuerzas opuestas en el cosmos. Al hacerlo, Atum asegura que el mundo funcione de acuerdo con las leyes divinas y que la vida y la prosperidad puedan florecer.
Además de crear a los primeros dioses (como ya mencionamos) y establecer el orden cósmico, Atum también juega un papel activo en el mantenimiento del orden en el día a día.
Se cree que Atum se sumerge en las aguas del Nun cada noche para renovar su energía y garantizar el renacimiento del sol al amanecer. Este ciclo diario de renovación y renacimiento simboliza la persistencia del orden y la importancia de la regeneración en la cosmogonía egipcia.
Atum también es visto como un mediador entre las fuerzas opuestas y en conflicto. Un ejemplo de esto es la historia en la que Atum interviene en la disputa entre Horus y Seth por el trono de Egipto.
Atum, como dios creador, juzga y resuelve la disputa, restableciendo la armonía y el equilibrio en el panteón divino.
En resumen, la soledad de Atum y su deseo de compañía fueron los factores clave que impulsaron el proceso de creación en la mitología egipcia. Este impulso creativo llevó a Atum a dar vida a los primeros dioses y a todo el universo, estableciendo las bases para la existencia y la vida tal como la conocemos.
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